*Tú caminas con nosotros, te agradecemos

No sé qué hacer, ay Dios, no sé qué hacer 
No sé siquiera si hay algo que debería hacer. 

No sé qué hacer, ay Dios, no sé qué hacer, 
Algo me dice que es más seguro retroceder 
Y al mismo tiempo veo que el mar 
Es buen lugar para caminar 
Y de verdad creer y tus milagros ver 

Vivir también es aprender 
Que hay momentos de no saber 

De algunas noches al cielo ver 
Y preguntarte ahora qué. 

(Santiago Benavides, “No se que hacer”)  

Indudablemente hay ocasiones en las que no sabemos qué hacer o quizá constantemente tenemos preguntas que pueden sonar ilógicas, básicas o tal vez complejas en nuestro caminar en la fe y el diario vivir. Y sí, yo soy una de ellas. Es más, este viaje a Sudáfrica empezó así. Con preguntas como: ¿Realmente tengo que ir a la Asamblea Mundial? ¿Voy a tener el dinero suficiente para cubrir todos los gastos? ¿Cuánto tiempo más Dios me quiere trabajando en el ministerio con estudiantes y profesionales en la CECE? ¿Qué estoy haciendo o cómo estoy poniendo en práctica mi profesión? Y así… más preguntas que rondaban por mi mente meses y semanas previas a esta aventura por tierras lejanas. Algunas de ellas Dios las fue respondiendo en el camino, en el mismo evento e incluso semanas después de regresar. Como ven, ¡el viaje se hizo realidad! Sin darme cuenta llegó el día tan esperado. Un viaje con escalas largas, tanto como el tiempo que pasé sentada e incluso los cambios de horario pero lleno de sorpresas de principio a fin. Desde ver la provisión económica de Dios, apoyo de gente que no me lo esperaba hasta el reencuentro con un buen amigo de la infancia durante dos vuelos. Y por supuesto la gran alegría de conocer gente con un corazón que late por una misma misión y pasión que la mía, ¡las universidades!  

Como mencioné antes algunas preguntas rondaban por mi mente y a decir verdad fueron respondidas con más preguntas. En cada plenaria, exposición bíblica, taller e incluso conversaciones una pregunta más era planteada: ¿Dónde estoy en mi camino con Jesús?, ¿En qué áreas de mi vida y ministerio necesito esperanza? ¿Qué historia estoy viviendo? ¿Qué es algo que no entiendo sobre Dios? ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué desafíos enfrentan los jóvenes graduados en nuestro contexto? ¿Por qué es necesaria la esperanza en nuestros distintos contextos?  

El texto con el que quiero comenzar este recuento de aprendizajes que tuve la bendición de recibir y traer a memoria es con el que nos cuenta el camino de los dos discípulos a Emaús (Lucas 24:13-35). Aquí se nos relata cómo Jesús reorienta a los discípulos en su experiencia al hacerse presente en medio de las dudas, preguntas y desilusiones que tenían. Al caminar con ellos, Jesús los escucha y los acompaña, aunque ellos no se dan cuanta. Precisamente esto es lo que Jesús hace con nosotros, camina a nuestro lado y nos escucha en medio de nuestras muchas o pocas preguntas, desilusiones y dudas. Sólo hace falta reconocerle y dejar que reoriente nuestra comprensión de la realidad por medio de la Gran Historia de la Biblia, es decir, desde las Escrituras. Muchos de nosotros necesitamos ser reorientados sobre nuestra idea de Dios y la misión para que así con una nueva comprensión de Jesús nuestra perspectiva de misión y comunidad sea renovada de tal manera que podamos ser esos mensajeros de esperanza.  

Las situaciones en nuestros países, iglesias, familias, movimientos y vida personal pueden verse desagradables y difíciles de lidiar, más la palabra de las Escrituras y la resurrección de Jesús nos dan la esperanza y una misión. Ser mensajeros de esperanza allí donde hay rupturas, allí donde hay grietas en el camino, es ser testigos y mayordomos de la muerte y resurrección de Jesús bajo el poder del Espíritu para la restauración en obras y en palabras.  

Muchos fueron los testimonios compartidos durante las sesiones, conversaciones y grupos pequeños que nos alientan a salir de nuestra comodidad y hacernos presentes en cada rincón de la universidad y ambiente laboral. Samuel Poologasingham de FOCUS en Sri Lanka nos dio a conocer parte del testimonio en su grupo universitario: 

“Vengo de una universidad donde la mayoría de los estudiantes son musulmanes. También hay muchos estudiantes budistas e hindúes, pero de una población estudiantil de 7000, solo unos 50 son cristianos. Cuando ingresé a la universidad, tuve el deseo de cumplir el ministerio de Dios allí. Sin embargo, no había señal de cristianos en ninguna parte. Me sentí muy solo, desanimado y deprimido. Pasé muchos días clamando a Dios y él me ayudó a localizar un pequeño grupo de cristianos que en su mayoría estaban inactivos en la vida de la universidad. Cuando compartí con ellos mi visión para el ministerio universitario, me pidieron que asumiera el liderazgo del grupo. Comencé a alentar al grupo a reunirse regularmente, pero como no teníamos un lugar para reunirnos, enfrentamos muchas dificultades y tuvimos que lidiar con las restricciones impuestas por la administración de la universidad. Mientras orábamos por un lugar para encontrarnos, Dios colocó en mi corazón el deseo de construir una pequeña capilla en la universidad. La universidad era un lugar que tenía muchas divisiones: división entre etnias,religiones y orígenes sociales. Sabía que era solo a través de Jesucristo que la restauración de estas divisiones era posible. Por lo tanto, quería que la capilla fuera un lugar que propiciara la reconciliación. Mientras oraba, Dios me dio la idea de agregar la inscripción “Unidad en la diversidad a través de Jesucristo” en la capilla por la que estaba orando. Hablé con las autoridades universitarias y tardaron un año en otorgar permiso para construir la capilla. Luego comenzamos a recaudar fondos y finalmente completamos la construcción de la capilla en marzo de este año.” 

¡Qué impactante historia! Al momento de escucharla pude afirmar y agradecer por cada uno de los proyectos de servicio a la comunidad de estudiantes de cada universidad en Ecuador y por la apertura en el país y aún de las universidades para compartir el evangelio de forma libre y sin ningún tipo de restricción. Por cada idea que ha surgido de los estudiantes para compartir el evangelio en sus campus y servir en sus contextos. Y al mismo tiempo me desafía a seguir acompañando a los estudiantes para que sean ellos quienes cumplan con la misión en sus lugares de estudios y sean más las historias contadas. Resuena en mi mente las palabras de Chris Wright (Director de Ministerios Internacionales de Langham Partnership): “Dios nos integra a su historia y nos hace participes de ella, tanto en la historia pasada como en la futura, ¿cómo deberíamos vivir? ¿qué historia estamos escribiendo? 

 La historia de Samuel no queda ahí, en la construcción de la capilla, el increíble testimonio continúa. Si deseas saber cómo termina este relato puedes verlo en el siguiente link:  

https://drive.google.com/drive/u/0/folders/1eL2UJB50RVenYRGd9JkHxHPRX75Bj_55?fbclid=IwAR0uYj8WCEDla9tLZHeJakjQyKVRgk3b8kUhpmN3KE4Et2oooSyqu67ZQ6Q

Hago eco las palabras de Daniel Bourdanné, antiguo Secretario General de IFES: “Aún hay millones de estudiantes en el mundo que no conocen a Jesús como su Señor, y nuestros corazones deberían latir por esto.”  Aprovechemos la oportunidad de estar día a día en un campo de misión tan amplio como lo son las universidades, institutos, colegios y oficinas. Aún con nuestras interrogantes, desafíos diarios, miedos y dudas somos llamados a ser mensajeros de esperanza en cada rincón.  

Además de todo esto Dios nos provee de una comunidad y de personas específicas con las cuales podemos contar. En toda la Biblia vemos el fuerte sentido de comunidad y oración. Esto es lo que en Hechos 4:3-31 se nos relata. Los discípulos viviendo en comunidades verdaderamente unidas y dedicadas completamente a la conversación con Dios mediante la oración. De esta manera lograron expandir las buenas nuevas e incluso superar algunos miedos y temores. 

Para terminar, si me preguntan: ¿Qué te llevas de la Asamblea Mundial? Lo resumiría en los tres puntos siguientes:  

  1. Jesús camina con nosotros en medio de nuestras dudas, desilusiones y preguntas.
  2. La historia de Dios todavía no se ha acabado ¿cómo vamos a continuar con Su historia?
  3. No estamos solos; Dios pone en nuestro camino personas de las cuales aprendemos y también con quienes se puede ser vulnerable.

La canción que expuse al inicio finaliza con este verso: 

Ya sé que hacer, ay Dios, 
Ya sé que hacer 
Ya tengo claro al menos hoy lo que voy a hacer 
Con un amigo tomar café 
Mi vieja Biblia voy a leer 
Y te preguntaré viendo el atardece 

Me hace recordar la reorientación que muchas veces necesitamos tener en cuanto a Jesús, Su Palabra, Misión y Comunidad. 

Qué nuestros corazones canten “Wahamba nathi, siyabonga” (tu caminas con nosotros, te agradecemos).