En los primeros relatos del libro de Génesis hay dos personas a quienes se los describe como quienes anduvieron “fielmente con Dios”. Uno es Enoc (Génesis 5.22,24), y el otro es Noé (Génesis 6.9ª). Ambos anduvieron fielmente con Dios en un contexto que animaba a lo contrario. Los efectos de la caída se vivían con fuerza, Caín había asesinado a Abel, se dice que “la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal” (Génesis 6.5 NVI), y que la violencia, corrupción y perversión reinaban (Génesis 6:11-13). Sin embargo, y marcando un contraste, Enoc y Noé anduvieron fielmente con Dios. Para efectos de este artículo vamos a enfocarnos en Noé y lo que podemos aprender de él, pero vale la pena mencionar a Enoc.

El caminar íntegro de Noé y Enoc en medio de una generación perversa fue fruto de su cercanía y compañerismo con el Señor. Se dice que ambos anduvieron fielmente con Dios. Ese andar fiel es signo de lo siguiente. Es signo de cercanía y compañerismo con Dios, es signo de propósito pues se camina a un destino, y es signo de seguimiento, pues el Señor marcaba la ruta. ¿Por qué afirmamos esto? Lo decimos puesto que en el relato de Génesis 3 se nos dice que Dios “andaba recorriendo el jardín” y luego los capítulos 6 y 5 se hacen eco de esto diciendo que Noé y Enoc anduvieron fielmente. Entonces así el relato nos cuenta que estos dos hombres dirigían sus vidas según la cadencia que Dios marcaba en su recorrido por la creación y entre sus criaturas.

El caminar íntegro de Noé y Enoc en medio de una generación perversa tuvo consecuencias positivas para ambos. El Señor honró la fidelidad de estos personajes. En el caso de Enoc el relato nos cuenta que “un día desapareció porque Dios se lo llevó” (5:24, cf Hebreos 11:5). De Noé sabemos que fue librado del diluvio (cap 6, cf 2 Pedro 2:5). En el primer caso hubo un revés y excepción a la maldición de la muerte, pues Enoc no la experimentó. En el segundo caso hubo un revés y excepción al juicio de Dios, pues Noé y su familia no lo experimentaron. ¡El Señor honra nuestro caminar fiel, tarde o temprano, en esta vida o la venidera! No caminar en integridad invita a la muerte y al juicio, individual y social. De esto sabemos bastante en nuestro continente pues inocentes son condenados a la pobreza y exclusión por la perversidad de las élites dirigentes de turno. ¿Eso quiere decir que veremos réditos inmediatos por nuestra integridad? No necesariamente. Eso no promete el relato, y es posible que experimentemos lo opuesto a la honra, pero debe animarnos el hecho de que Dios honra nuestra integridad.

La justicia y honradez de Noé eran contraculturales. Génesis nos cuenta que “Noé era un hombre justo y honrado entre su gente” (6:9). ¿Cómo era su gente? Como lo dijimos anteriomente, la sociedad donde Noé vivía es valorada por Dios como corrupta, violenta y perversa, al punto de necesitarse un firme pare a esta situación. ¿De dónde venían la contrastante justicia y honradez de Noé? Como lo dijimos antes, estas virtudes contraculturales de Noé venían de su cercanía y compañerismo con Dios. En medio del anuncio del juicio, Dios decide preservar la vida de Noé y su familia y les encarga un primer proyecto: construir un arca (cf. Hebreos 11:7). Una tarea que solo tenía sentido a la luz del anuncio del juicio, pero que en la mirada del resto era un contrasentido, un disparate. En el contexto que vivimos hay un perfil de carácter, tareas y conductas inspiradas en el evangelio, que al igual que en los tiempos de Noé son contrasentido, contraculturales podríamos decir. Justicia y honradez en medio de corrupción. Perdón y reconciliación en medio de la violencia. Amar y buscar el bien del otro en medio de la perversidad. Verdad y respeto en medio de la mentira. Castidad y fidelidad en medio de una revolución sexual. Sencillez y austeridad en medio del consumismo. Solidaridad y afecto en medio de la exclusión. Y así podríamos nombrar más ‘barcas’ contraculturales que el evangelio nos anima a construir.

La justicia y honradez de Noé no eran infalibles. Nuestros héroes bíblicos tienen fisuras. Noé tiene las suyas. Una vez pasado el diluvio, Dios le da a Noé y su familia un segundo proyecto: propagar la vida, proteger la vida y sostener la vida en el contexto de un pacto o alianza del Señor con su creación y criaturas (Génesis 9). Una expresión de esta nueva tarea fue que Noé se convirtió en el primer hombre bíblico en cultivar viñedos y en producir vino. La fisura en la integridad de Noé se da al excederse en el consumo de vino, “…bebió vino y se embriagó, quedándose desnudo dentro de su carpa” (9:21), y así quedar expuesto al punto que su hijo menor lo vio y lo comentó con otros. El exceso de Noé hizo que se expusiera desnudo, y exto expuso a su hijo menor a una situación incómoda, vulnerable y a un mal manejo de la misma. Algunos comentaristas hablan de un serio pecado sexual por parte de Cam y/o la deshonra de Noé al hacerse pública su desnudez. No sabemos con certeza pues el pasaje no es explícito al respecto, pero lo que es claro es que algunas fronteras se pasaron, hecho que no debió ocurrir. Ahora, ¿la infalibilidad de la integridad de Noé revierte completamente sus virtudes? Algunos dirían que sí. Yo pienso que no. Sus virtudes son dignas de imitar. Sus fisuras nos recuerdan de las nuestras. Nos advierten de nuestras vulnerabilidades. Sus fisuras nos recuerdan que verdaderamente Noé no es un super héroe que nos pueda salvar. Siglos más tarde vendría el verdadero salvador, Jesucristo.

A la luz de lo reflexionado, ¡a construir barcas contraculturales de justicia y honradez en nuestras universidades y lugares de trabajo!