¿Cómo se vive la esperanza en medio de tiempos de crisis? Quizá para algunos, la situación económica no permitirá cumplir ciertas expectativas como regalos o comida que normalmente se disfruta en Navidad. Para otros, la incertidumbre y el dolor producido por el COVID pesa mucho. Y definitivamente, para todos, el no poder estar cerca de quienes amamos, nos entristece. Puede ser que nuestros corazones se encuentren frágiles y llenos de desesperanza. Durante el 2020, hemos reflexionado sobre nuestro corazón desde el libro de Deuteronomio, que nos enseña a estar dispuestos a: recordar, escuchar, amar y elegir a Dios, incluso en tiempos difíciles. Hoy quisiera invitarles a que, desde la fragilidad de nuestro contexto actual, tengamos un corazón expectante por la esperanza que nace en Jesús.

Hace más de dos mil años, Dios respondió a la pregunta: ¿cómo se vive la esperanza en medio de tiempos de crisis? Consideremos el contexto en el que se abre el Nuevo Testamento. El pueblo de Israel había atravesado varios exilios, escuchando a los profetas llamándolos a volver al camino de Dios y han pasado cerca de 400 años de silencio. Ahora el pueblo judío vive bajo la opresión del imperio romano. Con seguridad, sus corazones también eran frágiles y estaban llenos de desesperanza. Talvez leían el texto de Isaías (9:11) y preguntaban: ¿Cuándo vendrá el Mesías? ¿Cuándo llegará este Príncipe de paz? En medio de sus circunstancias llenas de injusticia e incertidumbre, Dios responde enviando a su hijo, el salvador. Dios mismo se encarnó. Su revelación más completa fue en forma de un frágil bebé, quien es la esperanza de la humanidad. El evangelista Juan lo describe así:

“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla”.

 Juan 1:1.5

Jesús no fue el perfil de salvador que esperaban la mayoría de los judíos, pero en su vida, muerte y resurrección, anunció las buenas nuevas, proclamó libertad, dio vista a los ciegos, liberó a los oprimidos (Lucas 4:18-19) esta es la esperanza que trajo Jesús. 

“Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad». Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer». Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él”. 

Lucas 2:11-17

Les invito a mirar sus circunstancias actuales a la luz de la presencia de Emanuel, Dios con nosotros. Dios con nosotros en nuestras limitaciones personales. Dios con nosotros en la pandemia. Dios con nosotros en la misión en la Universidad. Somos animados a tener un corazón expectante por esta esperanza y el poder transformador del evangelio como el centro de la Navidad. Que respondamos como los pastores, con un corazón expectante “vamos a Belén, a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer”.

Desde la CECE es nuestra oración, que la presencia de Emanuel, Dios con nosotros, llene su hogar de esperanza esta Navidad.