Reforma y liderazgo

La ciudad de Wittenberg fue testigo de la lucha de un monje agustino en contra de los abusos de poder y la corrupción sostenida por ciertos sectores de la jerarquía eclesial de su época, que incluía una marcada falta de espiritualidad y la simonía. Esta lucha llegó a su punto culminante el 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del palacio. Este acto desencadenó cambios profundos en la Iglesia, y dio inicio a lo que hoy es conocida como la Reforma protestante y la Contrarreforma católica.  

La Reforma promovió elementos fundamentales para comunidades saludables. Uno de ellos fue el principio de Sola Scriptura, que reconoce la autoridad de la Biblia sobre nuestras vidas y ministerios. En el presente blog, con motivo de la celebración del Día de la Reforma y el Pastor, nos acercamos a las Escrituras para reflexionar sobre el liderazgo contemporáneo a la luz de la Primera Carta a los Corintios.  Al igual que en tiempos del monje agustino, este liderazgo enfrenta grandes desafíos, entre ellos la seducción del poder. La pregunta que queremos responder es: ¿Qué nos enseña la Primera Carta a los Corintios acerca del liderazgo? 

En esta carta el apóstol Pablo aborda temas con los que la comunidad de Corinto estaba batallando. En la primera sección de la carta, se trata el problema de la división que estaba afectando a sus miembros. En el capítulo 3 Pablo da algunas enseñanzas para que la comunidad desista del camino de la división. En esta porción, aprendemos del propio carácter del apóstol y de su forma de acercarse a la comunidad a través de cuatro rasgos del líder cristiano.  

El primero está constituido por tres características: amor, sensibilidad y flexibilidad. El texto comienza con las palabras «Amados hermanos» (I Corintios 3:1 NTV). Esto muestra el amor profundo que siente por esta comunidad. Este acento en el amor es una constante y se constituye en el eje conductor de la relación entre el líder y la comunidad. En los primeros cuatro versículos del capítulo 3 se muestra un diagnóstico de inmadurez, celos y peleas que afectaban a la comunidad. Pablo tiene la sensibilidad para detectar las falencias que esta comunidad estaba experimentando, pero no solo se queda con un diagnóstico, sino evidencia flexibilidad al cambiar de estrategia para alimentar a esta iglesia.  Ya que no pudo hablarles como a personas maduras, decide alimentarlos con leche y no con alimento sólido, mostrando una actitud de adaptabilidad para suplir las necesidades de la comunidad. 

El segundo rasgo es ser siervo. En el versículo 3:5, Pablo muestra que tenía muy claro que él era siervo enmarcado en dos dimensiones. En primer lugar, era siervo de Dios. El Señor es quien asigna las funciones y entrega el trabajo en nuestras manos. Esta claridad le permite al apóstol tener una identidad bien definida y tener los pies firmes en la tierra. Los siervos que siembran, riegan o recogen, pertenecen al Señor. Dado que todos somos siervos, no cabe construir jerarquías de poder en el reino de Dios. La segunda dimensión es que somos instrumentos que debemos servir a los demás para llevar las buenas nuevas del reino. Somos siervos que con nuestras vidas y dones debemos aportar a la comunidad, ya que para esto nos ha llamado el Señor. Este servicio a los demás muchas veces significará sufrimiento, como lo describe Pablo en los versos 11 al 13 del capítulo 4. Al igual que el amor, nuestra vocación de servicio es innegociable e irrevocable. Debemos tener la misma claridad que tuvo Pablo: somos llamados por el Señor para servirle a Él y a nuestras comunidades.  

El tercer rasgo es hacer el trabajo. En los versículos 5 al 9, Pablo describe las diversas maneras en que ha realizado su trabajo. Tanto Apolos como él han cumplido con lo que el Señor les ha encargado. El trabajo arduo ha permitido que las buenas nuevas lleguen al corazón de esta comunidad. En el versículo 10 el apóstol menciona que ha puesto los cimientos como un «maestro constructor». En la metáfora del edificio, Pablo menciona qué hace (poner el cimiento) y cómo lo hace (como un experto). Poner los cimientos como un experto demanda preparación, planificación y capacitación. De esta manera se debe realizar el trabajo al que hemos sido llamados. A la par de la manera en que se hace el trabajo, el apóstol pone en perspectiva esta labor. El esfuerzo y la planificación son importantes, pero debemos estar conscientes que es Dios quien da el crecimiento, de Dios es el trabajo y de Dios son los trabajadores. Hacemos nuestro trabajo, pero a Dios le corresponde el otorgar el crecimiento. En los versículos 6 y 7 en dos ocasiones se marca este énfasis. Entonces, debemos trabajar de manera prolija, planificando y también capacitándonos como expertos, pero con la conciencia de que los resultados le pertenecen al Señor. 

El cuarto rasgo es el trabajo en comunidad. En la iglesia de Corinto habían surgido divisiones, incluyendo la afinidad que mostraban hacia Pablo y Apolos. El apóstol les muestra que el trabajo en el ministerio no se trata de buscar quién es el más fuerte, importante o hábil. El ministerio se hace en equipo. Para un trabajo en equipo eficiente y saludable, el texto nos muestra que todos tenemos el mismo llamado del Señor, lo cual nos pone en un nivel de igualdad, donde no caben las envidias ni las jerarquías. Esto nos lleva a reconocer, honrar y respetar el trabajo de otras personas, de la misma manera que Pablo reconoció el trabajo de Apolos en esta comunidad. Los esfuerzos se realizan codo a codo entre los llamados al ministerio, los que serán enriquecidos por el aporte de cada miembro, ya que toda la comunidad está llamada a unirse al objetivo común que el Señor nos ha dado: «el que planta y el que riega trabajan en conjunto con el mismo propósito» (3:8). Pablo enseña a esta comunidad que el Señor ha llamado a varios siervos para diferentes funciones, pero que siempre el trabajo debe ser hecho en comunidad y con un mismo fin. 

La Primera Carta a los Corintios nos da valiosas enseñanzas sobre el liderazgo cristiano. A lo largo de los siglos la salud del liderazgo ha incidido positivamente en nuestras comunidades. En tiempos de la Reforma, las arbitrariedades y la falta de apego a las Escrituras ocasionaron problemas en la Iglesia. Sin embargo, el apóstol nos permite ver con claridad que el amor, el servicio, el trabajo y la comunidad son elementos que deben estar presentes en la vida del líder contemporáneo para que nuestros ministerios sean saludables y, por ende, fructíferos. 

Daniel Macias

Daniel Macías

Desde los primeros años en mi vida universitaria, participé activamente en la CECE y actualmente sirvo como Secretario en la Junta Directiva. Me gradué en la Escuela Politécnica Nacional como Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones. Recientemente, terminé una maestría en Estudios Teológicos en Ministerios Latinos del Seminario Teológico de Palmer. Soy casado, tengo dos hijos, disfruto de tomar fotografías y jugar fútbol.

Por |2023-10-30T14:46:04-05:00octubre 30, 2023|Categorías: Blog|Etiquetas: , , , , , |Comentarios desactivados en Reforma y liderazgo

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