“…y nadie vivió para contarlo”. Así se describe el final del encuentro bélico entre Israel y Basán (Deut. 3:3b). Continuemos con la tarea iniciada en el blog anterior de identificar algunos textos problemáticos en el libro de Deuteronomio y explorar algunas estrategias de lectura e interpretación.

Israel ya había derrotado a Sijón rey de Hesbón, amorreo, quien se había negado a una oferta de paz. El rey Og de Basán declara la guerra a Israel acercándose con “…todo su ejército, dispuesto a pelear” (3:1b). Ante esta amenaza, el SEÑOR se dirige a Moisés diciéndole que no deben temer este ataque pues finalmente derrotarían a este rey. En efecto, según la narrativa, así sucede. Al igual que en el conflicto con Hesbón, se describe que las ciudades fueron destruidas por completo con sus varones, mujeres y niños (3:6). Hasta ahora se cuentan dos enfrentamientos en los que Israel triunfa (ambos contra reyes amorreos), un enfrentamiento en el que pierde (contra un rey amorreo), y cuatro prohibiciones de ir a la guerra.

En el capítulo siete, se describen las instrucciones que Israel recibe para poseer la tierra prometida. El SEÑOR, se dice, va a expulsar a siete naciones más grandes y fuertes que Israel: hititas, gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. Israel tiene la tarea de “destruirlas por completo” (7:2). La misma consigna se repite en el capítulo nueve: entrar y desposeer a naciones más grandes y fuertes que Israel; naciones con gente poderosa y de gran estatura, a las que Israel debe expulsar y aniquilar (9:1-3). Se subraya una vez más el hecho de que es el SEÑOR quien comanda y pelea por Israel. Además, se advierte a Israel de lo siguiente:

  • No es por la rectitud y justicia de Israel que van a poseer la tierra (vv4-5).
  • Las naciones son expulsadas de ese territorio por la maldad que les caracteriza (vv4-5).
  • Israel se caracteriza por ser terco, no hay rectitud y justicia que les haga “merecedores” de la tierra. La tierra es un don de Dios.

En la sección de Deuteronomio 11:22-32, se describe otra vez a las naciones que serían expulsadas y desposeídas como más grandes y fuertes que Israel, y una vez más, el SEÑOR efectúa tal expulsión. Pero ahora se asocia tal efecto a la obediencia de Israel a los mandamientos del SEÑOR. “Si ustedes obedecen todos estos mandamientos…entonces el SEÑOR expulsará del territorio…” (11:22-23). En los capítulos 12 y 18, además de reiterar lo dicho anteriormente, se demanda a Israel destruir todo lugar de culto con el propósito de que Israel radicalmente se separe de costumbres perniciosas, no adore a los dioses de esas naciones, y se enfoque en adorar al SEÑOR y vivir como su pueblo entre otras naciones (12:1-3, 29-32; 18:9-13; cf, 20:10-18).

Hasta ahí con los textos, en una primera exploración. Un par de observaciones hasta aquí:

  1. Israel no tiene permiso para iniciar enfrentamientos a discreción, es el SEÑOR quien ordena y lidera estas campañas.
  2. La guerra y desalojo eran la manera en la que algunas naciones ocupaban un territorio (Deut. 2:12, 20-23).
  3. La expulsión del territorio de ciertas naciones está asociada a su maldad.
  4. Israel va a ocupar un territorio que le es dado por Dios, no es por méritos propios. Israel debe evitar pensar que por su rectitud y su justicia ha recibido la tierra.
  5. La destrucción de lugares de culto tiene por fin preservar a Israel de la idolatría y así enfocarla en el culto al SEÑOR.
  6. Existe un protocolo mínimo a seguir para declarar la guerra, antes se debe hacer primero una oferta de paz (Deut. 2:26-29; 20:10-12; ver también capítulo 20 sobre las instrucciones para la guerra, 21:10-14 del trato a las prisioneras de guerra, 23:9-14 para las leyes rituales o de salubridad en tiempos de guerra).

Pero nos seguimos preguntando, ¿por qué la “destrucción total” en algunos casos? El mismo texto nos brinda algunas pistas para su interpretación. Empecemos por ver algunas “fisuras” o “grietas” del texto. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando hablo de fisuras o grietas, no me refiero a errores del texto o la narrativa, sino a pequeños detalles que se nos pasan inadvertidos en una primera lectura, pero que una vez tomados en cuenta nos permiten leer el texto con sus matices literarios. Veamos un par de casos. En el capítulo siete se ordena la destrucción completa de siete naciones (7:1-2). Incluida en esa orden se encuentran inmediatamente las indicaciones de no unirse en matrimonio con gente de esas naciones, indicación con carácter vinculante para la presente generación y las venideras (7:3). ¡Hay que destruirlos completamente y además no casarse con ellos! ¿Qué sentido tiene dar instrucciones de prohibir el establecimiento de relaciones matrimoniales con gente de esas siete naciones para la generación presente y las venideras, si esas naciones van a ser “destruidas completamente”? En el capítulo 20 se repite la orden de la destrucción de estas mismas naciones, pero sorpresivamente ya no son siete, sino seis. Los gergeseos ya no son incluidos (20:16-18). ¿Será que la lista de siete naciones tiene alguna otra función en la narrativa y no la de una suerte de “tiro al blanco”? Estos elementos — fisuras o grietas — en la narrativa son una invitación a leer el texto con más atención y pausa, tratando así de reconocer y articular los elementos necesarios en lugar de ir apresuradamente a formar cualquier hipótesis interpretativa.

En la próxima entrega exploraremos la visión del libro de Deuteronomio sobre el extranjero. Eso nos dará un insumo adicional para interpretar adecuadamente estos pasajes difíciles del libro respecto de ciertas naciones.