La película Lincoln (2012) de Stephen Spielberg—la película intelectualmente más demandante de todos sus filmes—está enfocada en los últimos meses de vida de Abraham Lincoln, cuando él está luchando y presionando al Congreso para lograr la 13ra Enmienda a la Constitución de los EEUU que aboliría la esclavitud. Hubo feroces debates dentro de su propio gabinete en cuanto si la Enmienda implicaba que “los negros son iguales a los blancos” o si “los negros son iguales a los blancos delante de la ley”. Los moderados en su partido favorecen la última interpretación, mientras que los radicales urgían la primera.

Todo discurso de “igualdad” plantea la pregunta “¿igualdad en relación a qué?”.  Claramente no todos los seres humanos son iguales en su estatus económico, capacidad física, aptitudes intelectuales o habilidades artísticas. Y, en la mayoría de las sociedades y culturas no influidas por la tradición judeo-cristiana, la desigualdad humana ha sido asumida como un hecho de la vida. Nunca ha sido vista como un problema que necesita ser encarado. En las filosofías greco-romanas tradicionales, algunos nacen para mandar y otros para someterse. Aquellos fuera de la civilización de Grecia son “bárbaros”, “salvajes”. En las escuelas dominantes del pensamiento hindú y budista, no menos en la cultura religiosa popular, la desigualdad es la justa operación del despliegue cósmico del karma y renacimiento.

Si, como los republicanos radicales en los días de Lincoln, nosotros afirmamos que “los negros y blancos son iguales en su humanidad”, invocamos a la vez un concepto de dignidad humana intrínseca. Esta dignidad es independiente de la edad, color, origen o capacidades de una persona. Pero, entonces, todos aquellos que insisten en “aborto por demanda” o “eutanasia para los severamente discapacitados” están negando tal igualdad, ya que el no nacido y todavía una persona en desarrollo y el adulto discapacitado son iguales a nosotros en su humanidad.

Es porque la noción de intrínseca e igual dignidad de las personas humanas, en que se basa el igual respeto frente a la ley, es un concepto difícil de justificar sobre bases estrictamente secularistas o naturalistas, que esta pregunta más profunda es dejada a un lado en el polarizado discurso acerca de la igualdad en los medios occidentales. Pero es una pregunta que necesita ser planteada siempre que no desvíe la atención de las causas sistémicas y estructurales de la injusticia racial y otras que necesitan ser encaradas.

Con frecuencia he comentado en este blog sobre la hipocresía y la visión unilateral que a menudo está presente en los discursos acerca de “igualdad” y “diversidad” en los medios y en populares académicos. Hay una larga historia de “racismo científico”, animado por la obra “El Origen del hombre” de Charles Darwin, que influyó las políticas coloniales de gobierno del siglo diecinueve y veinte. Fueron cristianos, tanto locales como misioneros extranjeros, quienes contrarrestaron tales argumentos. Esto es raramente mencionado en cursos de pregrado de historia de la ciencia.

Actitudes racistas y violentas no están confinadas a los “blancos” chauvinistas o nacionalistas. Uno de los oficiales de policía acusados en el asesinato de George Floyd viene de una comunidad étnica laosiana (Laos). Amigos afrocaribeños me cuentan que ellos con frecuencia han encontrado más hostilidad, incluso desprecio, entre los así llamados “asiáticos” en los EEUU y el Reino Unido, que entre los caucásicos. India y China son talvez las sociedades más racistas en el planeta, tal como puede testificar cualquier estudiante o turista negro en estos países. El sistema indio de castas pudo haberse originado en una noción religiosa de pureza/impureza e incluso de ocupación, pero está claramente vinculado al color: las castas más bajas y aquellos afuera del sistema tienen la piel más oscura. La televisión en India publicita cremas faciales que prometen “hacer tu piel más clara” y en todos los filmes de Bollywood ustedes nunca encontrarán un héroe o heroína con piel oscura, sino solo villanos. ¿Por qué no hay peticiones para prohibir tal publicidad, o incluso retirar películas de Bollywood de Netflix?

En el pico de la violencia en Charlottesville ocasionada por los “blancos supremacistas” en julio del 2017, el periódico New York Times publicó un tweet del General Mark Milley, el jefe de personal de las Fuerzas Armadas de EEUU, en el que afirmaba: “Las Fuerzas Armadas no toleran racismo, extremismo u odio en sus rangos. Es en contra de nuestros valores y de todo lo que hemos defendido desde 1775”. ¿Realmente? Las Fuerzas Armadas de EEUU tenían unidades separadas de negros y blancos hasta bien entrados los años 50, con unidades de soldados negros lideradas siempre por oficiales blancos.

Si los alcaldes y gobernadores de estados en los EEUU van a expurgar todos los monumentos de estadounidenses que fueron “pro-esclavitud” o “blancos supremacistas”, deberían empezar por la de Thomas Jefferson y cerrar la Universidad de Virginia.

Jefferson mismo fue un hipócrita. Él fue dueño de más de 600 esclavos en algún momento. Sin embargo, de que afirmó, famosamente, en el Preámbulo de la Declaración de la Independencia (1776) que era una “verdad evidente en sí misma” que “todos los hombres son creados iguales”. En su obra “Notas sobre el Estado de Virginia”, Jefferson describió a los negros como intrínseca y permanentemente inferiores a los blancos. Él escondió su aventura con su esclava y criada de la casa, con quien procreó al menos seis hijos esquivando toda responsabilidad económica hacia ellos. Adicionalmente, defendió la idea de una repatriación forzada de negros al África, argumentando que eso era preferible a la mezcla racial en los EEUU. En cuanto a sus órdenes presidenciales respecto al duro tratamiento a los nativos estadounidenses, esto también nunca aparece en las historias populares de ese país.

Contrarrestar el racismo tiene que ir más allá de confrontar la ideología del racismo. Puede ser que yo no crea en la ideología que dice “los blancos son superiores seres humanos que los negros”, pero si vivo dentro y me beneficio del sistema social económico y político que ha sido construido en tal premisa, entonces comparto la culpa del racismo. En muchos países, el sistema entero de justicia criminal, con sus sentencias desproporcionadas sobre las minorías étnicas, necesita ser revisado. ¿Y qué acerca de las prácticas de contratación de las universidades de élite, el no registro de muchos votantes, falta de acceso a cuidado de salud, y otras fuentes de exclusión social?

Racismo, como el sexismo, tiene que ver más con una injusticia sistémica que con actitudes personales. Pero las actitudes personales también importan, pues son las que dan forma a nuestras relaciones sociales informales. Los medios globales y los planes nacionales de educación están muy lejos de ser igualitarios en sus agendas. Un marciano que revise las noticias en el planeta Tierra concluirá que, independientemente de lo que las constituciones nacionales digan, las vidas de las “celebridades”, de los oligarcas súper ricos y de los magnates son más valoradas que las de otros. Desmantelar monumentos de dueños de esclavos y de imperialistas racistas es una tarea bastante atrasada. Pero desmantelar estructuras injustas y detener formas modernas y rampantes de esclavitud a nivel global (tráfico humano, trabajo agrícola en condiciones de servidumbre) es mucho más importante. ¿Y por qué no podrían los gobernadores estadounidenses erigir monumentos en lugares donde personas negras fueron linchadas por turbas o donde las Primeras Naciones fueron masacradas por la caballería de EEUU? ¿Y por qué no hay museos de la esclavitud en ciudades del sur comparables con el museo del Holocausto en la capital Washington? Estos no erradicarán el racismo, por supuesto, así como el reconocimiento de Alemania de su pasado no ha erradicado del todo el neonazismo en su país. Pero hará un gran trabajo en disipar la ignorancia sobre la historia que afianza el miedo y a los políticos racistas.


Por Vinoth Ramachandra
1 de julio, 2020
Material Original: https://vinothramachandra.wordpress.com/2020/07/01/equality-and-hypocrisy/

El Dr. Vinoth Ramachandra es Secretario de Diálogo y Compromiso Social de la IFES. Vive en Sri Lanka. Este blog representa el pensamiento de Vinoth y tiene por fin ser un recurso para los movimientos de IFES para iniciar y modelar conversaciones sobre diferentes temas. El blog no pretende ser la voz oficial de IFES ni de CECE en las temáticas que trata.

Publicación traducida por Josué O. Olmedo Sevilla, miembro del Equipo Regional IFES AL, coordinador del área Conectar con la Universidad.