El Campamento Nacional nos permitió reflexionar sobre diversos temas a través de las exposiciones bíblicas, grupos pequeños, y varios talleres. Uno de ellos, fue: Historia de vida, facilitado por Verónica De la Torre. Hoy Verito comparte algunas ideas centrales para mirar nuestra historia y proyecto de vida a la luz del Evangelio. 

¿Has notado que algunas de tus capacidades surgieron principalmente gracias a las dificultades que has debido afrontar en la vida? Piénsalo un momento. Una habilidad, una actitud, un compromiso vital, un talento, etc. Podrían no haber tenido la oportunidad de forjarse si no fuera por aquella pérdida o dolor por el que atravesaste o por la carencia a la que fuiste expuesto recurrentemente, sea afectiva, económica, social, u otra. 

Así mismo, algunas debilidades o dificultades recurrentes en tus relaciones pueden hallar su explicación al indagar sobre algunas experiencias o por los aprendizajes de modelos fallidos de tus personas más significativas. Frente a ello, hacer un proceso para crecer a partir de tu historia puede ser el puente para dar norte y fuerza a tus capacidades, tomar rumbos distintos a los predefinidos por “legado” o aprendizaje, ya sea en tus relaciones, roles y funciones cotidianas.  

Y bueno, ¿qué es crecer a partir de tu historia? Es comprender cómo influyeron las experiencias de tu pasado en la persona que eres hoy, con sus fortalezas y limitaciones, aprender de ellas, y responsabilizarte de tu vida, renunciando a vivir como víctima de otros y de las circunstancias, haciéndote cargo de forjar la persona que quieres ser así como de tu proyecto de vida. 

Job, es un ejemplo de alguien que creció a partir de su historia, pero esto no ocurrió de forma automática. El texto bíblico se asegura de mostrarnos al menos cinco cosas que hizo Job, acompañado por el Señor, dentro de su proceso de restauración:  

  • Expresión de su dolor a Dios y a sus personas más significativas, mediante diálogos profundos y honestos 
  • Cuestionamiento ideológico, existencial y del actuar de quienes le rodeaban  
  • Revisión de su propio actuar a lo largo de su historia 
  • Redescubrimiento del carácter, del ser de Dios 
  • Reconocimiento y aceptación de la soberanía de Dios, lo que incluyó la aceptación de su situación y de sus pérdidas. 

Si es tu deseo avanzar en tu propio camino de crecer a partir de tu historia y ser intencional para que esta sea un eslabón en tu proyecto de vida, las siguientes pautas pueden resultarte de utilidad. Las puedes llevar a cabo por ti mismo o junto a personas que pueden acompañarte con su afecto, sabiduría, y en ocasiones, también con su profesionalismo. Recuerda que es parte del proceso restaurador del Evangelio.

1. Identifica una experiencia de tu vida con potencial o real efecto destructivo. Por ejemplo, abandonos o pérdidas; padres o cuidadores con adicciones o trastornos; haber sido objeto de violencia.

2. Identifica los efectos reales o potenciales de esta experiencia en tu autoconcepto, en tu forma de relacionarte con Dios y con los demás, en el ejercicio de tus roles.

3. Has un inventario de tus recursos y capacidades de afrontamiento, aquello que te ayudó a afrontar esa experiencia difícil. Por ejemplo, cultivar relaciones significativas; hábitos como la oración, ejercicio, lectura, momentos de soledad, cultivo de intereses o talentos.

4. Busca un nuevo significado de la experiencia vivida, algún dato o enfoque que permita adquirir otra forma de comprender lo vivido, predisponiéndote a pasar del cuestionamiento, queja o rabia hacia la aceptación. Por ejemplo:

  • Si se trata de heridas recibidas, responsabilizar a los causantes de sus actos, de forma equilibrada y comprensiva, en lugar de culpabilizarte, ábrete al perdón. 
  • Si se trata de etiquetas que han puesto sobre ti (Ej. “oveja negra”, “la tonta”, “el fosforito”), buscar las explicaciones de por qué te la colocaron, en qué contexto y desaprenderte de estas como rasgos identitarios, liberándote así de ellas. 
  • Si se trata de fracasos escolares o laborales, pasar de la culpa a la comprensión de las causas y a sacar aprendizajes.

5. Busca los efectos positivos de la experiencia dolorosa, en tu pasado o presente: identifica qué capacidades espirituales, intelectuales, emocionales o físicas se desarrollaron en ti gracias a ella.

6. Apréstate a dar un cierre a la experiencia vivida que te ayude a sanar y dar paso a nuevas experiencias. (Ej. el perdón, la despedida, el duelo, reconciliación con Dios y aceptación de la nueva realidad).

7. Construye una arista de tu vida que aproveche la experiencia vivida: decisiones sobre cómo ser y actuar en la vida, elecciones vocacionales o profesionales, elecciones relacionales, elecciones sobre el uso del tiempo libre, entre otros, así como elaborar sueños y planes concretos alrededor de estas nuevas decisiones.

8. Abrirte a la posibilidad de contar tu historia a fin de lograr mayor integridad y honestidad contigo mismo y en tus relaciones. También para allanar el camino de otros al compartir no solo tu experiencia dolorosa sino también el crecimiento que has podido obtener a partir de ella.

En el taller del Campamento Nacional expresamos este proceso a través de un poco de arte literario. Cada participante elaboró un cuento que resumía metafóricamente lo vivido, los nuevos significados encontrados y le agregaba un final que materialice sus aspiraciones para su proyecto de vida: 

La burbuja de cristal 

“Había una vez una niña que vivía en una burbuja de cristal apartada del mundo que estaba lleno de maldad o al menos eso decían sus padres. Conforme crecía descubría algo interesante que llamaba su atención, así que, preguntaba a sus papás si es que podrían hablarle de ello, pero con frecuencia la respuesta era ¡NO! Pese a todo el esfuerzo que hacía para conocer pequeñas partes del mundo, no era suficiente ante los ojos de sus padres. Conforme pasaron los años la niña se cansó de preguntar, dejó de importarle el mundo exterior y se sumergió en su burbuja. Llegó la pubertad y se reveló. Una noche rompió la burbuja y salió a conocer el mundo por sí misma. A pesar de estar sola en un mundo que no conocía, siempre puso en práctica lo que le enseñaron sus padres y así cada noche ella saboreada un poco de libertad”. 

El árbol y el nido 

“Érase una vez un pajarito que un día todos los miembros de su familia volaron del nido. A veces volvían a visitar, luego se iban. La mamá pájaro se quedó, pero volaba todo el día y en las noches, o a la hora de la comida, iba al nido. El pajarito se sintió solo, pero poco a poco vio que no lo estaba. Las nubes le sonreían, el sol le guiñaba el ojo, otros pájaros pasaban saludando. Había animales y plantas por doquier. Lo más importante, ella se dio cuenta que su nido estaba en un árbol fuerte, cuyas raíces ni suelo alcanzaba a ver. Ni podía ver las hojas y frutos de la copa. Ese árbol más grande que su comprensión era el que la sostenía, el que siempre ha sido y siempre será su hogar”. 

Caminemos como discípulos de Jesús en cada parte de nuestras historias, miremos con esperanza y expectativa a quien es el autor de la vida. Recuerda, el Señor continúa en ti, y a través de ti, su obra creadora (Stam, J. 1995). Y tu crecimiento a través e incluso gracias al dolor, es parte de la obra de sus manos. 

Verónica De la Torre

Verónica De la Torre

Psicoterapeuta de pareja y familia, Mg. En Intervención y Asesoría Familiar Sistémica, instructora certificada y Lic. Gestión Social.

Mi biografía se resume en intensas, escarpadas y a veces enmarañadas búsquedas de sentido para todo lo que hago, junto con renovadas decisiones sobre quién elijo ser. Así es como mi barca ha sobrevivido a tormentas, naufragios, ha hallado rutas gozosas y puertos de paz. Desde ese navegar intenso y con base en las herramientas de mi perfil profesional acompaño a personas y familias en sus procesos de búsqueda de sentido para sus historias de vida y de construcción de nuevos caminos para alcanzar sus propios puertos, refugios, montañas, horizontes.