Estoy encantado de anunciar la publicación de mi nuevo libro La Risa de Sara, con cuatro meses de adelanto.

Información acerca del libro puede ser encontrada en inglés AQUÍ.

He renunciado a las regalías como autor de tal manera que el libro esté disponible, tanto en versión impresa como electrónica, a cuantos lectores sea posible, especialmente en el mundo no occidental. El libro puede ser comprado en el website mencionado, así como también de Kobo, Book Depository, Amazon Kindle y Barnes & Noble (Book Depository hace envíos gratuitos a todo el mundo). El libro fue escrito para aquellas personas que luchan con la duda, dolor, la pérdida de la esperanza, y las preguntas que pastores y teólogos usualmente evaden.

Personalmente me resulta incómodo promover mis propios libros, por lo tanto, apreciaré su ayuda en hacerlo en los círculos donde ustedes se mueven, sea en iglesias, grupos universitarios, seminarios u organizaciones paraeclesiásticas.

Interesantemente, los escritores bíblicos conocen nada de apologética. Cuando encaran el sufrimiento humano inocente, ellos no defienden a Dios. Ellos protestan delante de Dios. Y si la causa de tal sufrimiento es injusticia sistémica o represión política, ellos confrontan a aquellos responsables. La iglesia cristiana ha practicado esta doble respuesta (aunque con deslumbrantes omisiones e inconsistencias) a través de la historia: lamento ante Dios y acción práctica en nombre de las víctimas. Incluso en el caso de “males naturales” como pandemias virales e inundaciones, a menudo he señalado que la escala del sufrimiento y muerto es grandemente exacerbado por el carácter endémico de la corrupción, letargo político, inequidad económica, y peligrosas prácticas culturales y ambientales.

En Sri Lanka, donde vivo, tal como en algunos otros países, el Covid-19 ha caído en las manos de regímenes autocráticos que han usado la crisis para consolidar su permanencia en el poder. Controles constitucionales han sido desmantelados, y el estado de derecho reemplazado por el dictado presidencial. El presidente, en el pasado un militar quien asumió el poder en octubre del año pasado, estaba insertando a sus amigos del ejército en todas las áreas del gobierno antes de que la crisis ocurriera. El comandante actual del ejército fue nombrado como el líder de la fuerza de tarea para controlar la respuesta al Covid-19.

El país estaba enfrentando la ruina económica y la amenaza de una dictadura militar, y así la pandemia sirvió como un conveniente chivo expiatorio para el mal manejo económico y como un pretexto para un creciente control de las actividades civiles por parte de las fuerzas armadas. La ausencia de un periodismo libre y competente, sumado a la toma de los principales periódicos y estaciones de TV por el régimen, deja al público mayormente en la ignorancia respecto de este giro al despotismo.

Ahora incluso mientras escribo, disturbios están ocurriendo en varias ciudades estadounidenses. Aunque disturbios y saqueos son siempre inexcusables, son perfectamente entendibles. Aquellos que critican la violencia deben primero reconocer la violencia del sistema racista de la aplicación de la ley en los Estados Unidos. El educador brasileño, Paulo Freire, en su seminal obra Pedagogía del Oprimido (1970), señala que “Nunca en la historia la violencia ha sido iniciado por los oprimidos. ¿Cómo podrían ser los que la inician, si ellos mismos son el resultado de la violencia? No habría oprimidos si no habría existido una situación previa de violencia para establecer su subyugación”

Pero él continúa, en la misma obra, a advertir: “Cuando la gente está ya deshumanizada, debido a la opresión que sufren, el proceso de su liberación no debe emplear los métodos de la deshumanización”.

Racismo institucional y brutalidad policial en contra de gente de color existen antes de Trump, aunque este último ha envalentonado a los supremacistas blancos con su inflamatoria retórica. Cualquiera que tiene familiaridad con las películas de Hollywood y las novelas de crimen por autores tales como Walter Mosley conocen que la brutalidad policial es una característica de la vida que raramente ha sido cuestionada por los blancos:

“En el sur si un hombre negro asesinó a un hombre blanco está perdido. Si la policía lo vio en las calles, ellos disparan primero y hacen preguntas…nunca. Si él se entregaba voluntariamente, entonces era asesinado en su celda. Si el agente de policía no era un asesino, entonces una turba hubiera venido y linchado al pobre hijo de puta. Y si todo esto hubiera fallado, si un hombre negro hubiera llegado a juicio y era declarado culpable de matar a un hombre blanco—incluso en defensa propia, incluso si era por salvar la vida de otro hombre blanco—ese convicto hubiera pasado el resto de sus días encarcelado. No habría libertad condicional, ni conmutación de la sentencia, ni circunstancias atenuantes, ni tiempo libre por buena conducta” (Walter Mosly, Cinnamon Kiss, Orion Books, 2006).

La segregación racial y un sistema de justicia criminal prejuiciado no se encuentran solo en el sur estadounidense. Ken Wytsma escribe: “Más afroamericanos adultos están bajo control correccional hoy que cuando estaban esclavizados en 1850, diez años antes de que la Guerra Civil empezara, y más están inhabilitados para votar que en 1870, el año en el que la Décimoquinta Modificación fue aprobada. Hombres negros son puestos en prisión en un índice de seis veces más que hombres blancos; los cálculos indican que los hombres negros tienen la probabilidad de una en tres de ir a prisión en su vida” (El Mito de la Equidad: Revelando las raíces de la injusticia y privilegio, InterVarsity Press, 2017).

Una situación revolucionaria puede ser dicha que existe cuando un sistema económico, político o militar es tan opresivo que un grupo grande de personas tiene en sus corazones un consentido disenso sobre este sistema y de aquellos que lo administran. Y el lamento (“Esto no debería ser”) es el primer paso en el cambio revolucionario.

Un buen número de mis amigos blancos en los Estados Unidos (y en otras partes, debería añadir), con algunas excepciones honrosas, no pueden captar la severidad de esta situación. Su visión de “pecado” es individual, más que estructural y sistémica. Dado que ellos mismos no son “racistas” en sus actitudes a otros, fallan en empatizar con la rabia de aquellos que la sufren cada día. Y así continúan votando por políticos que simplemente juguetean con el sistema más que desarraigarlo del todo. ¡Y ellos están más ofendidos por el “tono” en el cual la gente protesta que con la situación que dio lugar a tal protesta!

El lamento conmovedor del pastor luterano Martin Niemoller es a menudo citado en estos contextos de letargo de la cómoda clase media:

“Primero vinieron por los judíos y yo no levanté mi voz- porque yo no era judío.
Entonces vinieron por los comunistas y yo no levanté mi voz- porque yo no era comunista.
Entonces vinieron por los sindicalistas y yo no levanté mi voz- porque yo no era sindicalista.
Entonces vinieron por mí- y ya no quedaba alguien para levantar la voz por mí”

Mucho más sobre esto en mi libro mencionado al inicio.


Por Vinoth Ramachandra
1 de junio, 2020
Material Original: https://vinothramachandra.wordpress.com/2020/06/01/this-should-not-be/

El Dr. Vinoth Ramachandra es Secretario de Diálogo y Compromiso Social de la IFES. Vive en Sri Lanka. Este blog representa el pensamiento de Vinoth y tiene por fin ser un recurso para los movimientos de IFES para iniciar y modelar conversaciones sobre diferentes temas. El blog no pretende ser la voz oficial de IFES ni de CECE en las temáticas que trata.

Publicación traducida por Josué O. Olmedo Sevilla, quien sirvió en la Comunidad de Estudiantes Cristianos del Ecuador (CECE), movimiento universitario afiliado a IFES, y ahora es parte del equipo de Conectar con la Universidad de la IFES América Latina.