Hoy inicia la Semana Santa, de nuestro calendario litúrgico, en la que recordamos y anunciamos la obra de Jesucristo en la cruz, su muerte y su resurrección. Te invitamos a reflexionar con nosotros. 

Hace pocos días recibí la noticia de la muerte de una persona a quien conocí por asuntos laborales, un hombre exitoso en los negocios, así como en su vida familiar. Su partida fue prematura, sin ningún previo aviso dejando devastados y sumidos en un gran dolor a su familia y colegas. Pensando en este acontecimiento encuentro que afrontamos situaciones dolorosas y de sufrimiento a nuestro alrededor o en nuestra propia vida. El dolor es un visitante que no pide permiso para ingresar y regularmente es inoportuno y muy escurridizo. ¿Cómo soportar la llegada de este huésped? 

Quisiera mirar el libro de Job y tratar de buscar elementos que nos ayuden a responder la pregunta formulada. Pero antes de esto permítanme dejar una imagen en nuestras mentes que nos sirva para formar un punto de referencia. En el arte de la fotografía se juega con frecuencia con la perspectiva y el enfoque. Así que les invito a observar la vida de Job como un cuadro general y la cruz como un objeto que está más cercano, pero un poco desenfocado. De esta manera, en realidad, estamos viendo dos realidades que se sobreponen: la vida de Job y la cruz de Cristo.  

El libro de Job nos muestra las profundas pérdidas que sufrió este hombre. Estas en resumen son tres: pérdida de sus riquezas, hijos y salud. En medio de su intensa aflicción, puedo identificar dos elementos que nos ayudan a comprender un poco cómo se sentía. El primero tiene relación con sus amigos. Si bien es cierto la visita de estos personajes al inicio pareciera un consuelo para Job, conforme avanzan los capítulos vemos que su presencia se torna en una carga y una lucha adicional que Job libra. Esta se desarrolla en medio de las punzantes acusaciones de estos (34.7-8, 33.8-12) lo cual profundiza su amargura, sentimiento de soledad e incomprensión de sus amigos. Algo similar encontramos desde la cruz cuando Jesús fue abandonado por sus amigos y colaboradores más cercanos uno a uno, dejándolo en soledad para vivir los momentos más sombríos de su vida.  

El segundo elemento, viene dado por su relación con Dios. Una reiterada queja que encontramos en las páginas de este libro es la desazón de Job al sentirse separado de Dios, la amistad con Dios era lo que había disfrutado como nos muestra en el capítulo 29 (NTV), “Añoro los días del pasado, cuando Dios me cuidaba, cuando iluminaba el camino delante de mí y yo caminaba seguro en la oscuridad. Cuando yo estaba en la flor de la vida, la amistad con Dios se sentía en mi hogar. El Todopoderoso todavía estaba conmigo”. Esta profunda sensación de abandono por parte de Dios consumía a Job permanentemente. De igual manera este este sentimiento de Job nos recuerda las palabras de Jesús en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” 

Cuando el dolor y la aflicción nos visitan los sentimientos de soledad e incomprensión pueden estar a la orden del día ya sea porque los más cercanos nos abandonan o porque simplemente carecen de los medios para traer consuelo a nuestras vidas. Por otro lado, la ausencia de Dios es otro sentimiento muy fuerte que podemos experimentar. Nuestras oraciones parecen no ser escuchadas y leer la Biblia parece no tener ningún sentido. Tal como lo describe Job sentimos que Dios se escondiera o huyera de nosotros.  

Las historias que hemos entrelazado no se diluyen en el dolor, la soledad o el abandono. ¡Tienen una respuesta! Dios ha contestado. Job recibe respuesta, Dios ha estado presente siempre aún en medio del dolor. La creación y el cosmos así lo declaran, fiarse de sus sentimientos le jugaron una mala pasada, pero Dios en su misericordia le contesta y lo conduce de la mano para abrir sus ojos y así ver la realidad de que Dios siempre estuvo ahí (Job 42:5-6). Mirando hacia la cruz en este inicio de la Semana Mayor la podemos observar vacía, Dios ha dado el más alto honor a nuestro Señor Jesucristo para vencer a la muerte, el dolor y la aflicción.  

Al mirar las Escrituras nos encontrarnos con el testimonio de la vida de Job y Jesús quienes atravesaron por aflicciones, esto contrasta con los mensajes propagandísticos de una sociedad que no quiere mirar el dolor y lo tapa, o incluso corrientes teológicas del falso éxito que hacen lo mismo. Nada más alejado de lo que encontramos en la Palabra: ¡Dios mira el dolor, Dios nos mira en el dolor! Tiene una profunda preocupación por nuestra aflicción. En Job encontramos identificación en el dolor, pero con Jesús encontramos comprensión. Él está presente en nuestras vidas y no nos abandona cuando este huésped inesperado e indeseado nos visita, nos acompaña para fortalecernos y enfrentar nuestras dificultades porque él ha experimentado el dolor a profundidad y puede entendernos mejor que nadie.  

Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones 

    y aplastado por nuestros pecados. 

Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; 

    fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Is. 53:5 

Daniel F. Macías

Daniel Macías

Desde los primeros años en mi vida universitaria, participé activamente en la CECE y actualmente sirvo como Secretario en la Junta Directiva. Me gradué en la Escuela Politécnica Nacional como Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones. Estoy cursando una maestría en Estudios Teológicos en Ministerios Latinos del Seminario Teológico de Palmer. Soy casado, tengo dos hijos, disfruto de tomar fotografías y jugar fútbol.