Ser parte de un grupo conformado por 1200 personas de más de 170 países de la familia de IFES, cada uno con su propia lengua, cultura y forma de vestir, y compartir las experiencias de misión en la universidad siempre es una experiencia desafiante y enriquecedor.

Desafiante porque escuché testimonios de estudiantes y asesores que sirven con sacrificios extremos para llevar el evangelio a los universitarios de sus países. Compartí el grupo pequeño con Nuri, un estudiante de medicina de Angola, un país en reconstrucción después de una guerra civil entre 1975-2002, quien con sus compañeros del movimiento no están satisfechos con tener un grupo cristiano en su facultad, tienen un plan para iniciar nuevos grupos en todas las facultades en la universidad estatal de la capital Luanda. 

Desafiante por escuchar la realidad de hermanos y hermanas africanas sirviendo en sus países en la política, en la justicia y como mensajeros de esperanza en medio de violencia, corrupción y dictaduras, muchas veces a riesgo de sus vidas.

El tema central de la Asamblea fue Mensajeros de Esperanza. Fue enriquecedor escuchar la calidad de enseñanza bíblica de expositores como Christopher Wright, Alejandra Ortiz y Nanna Kildahl. Dos partes de la exposición me impactaron en particular. En su exposición de Lucas 24, Alejandra nos recordaba que nuestra misión necesita de ser reorientada por Jesús, por su Palabra y por su presencia. Nanna, una estudiante de Dinamarca compartió del texto de Lucas 9:28-45 y decía que: dar testimonio de Jesús en la universidad es compartir a cada persona la cosa más valiosa que tengo, y debo invitar a TODOS.

Los tiempos de liturgia fueron donde más sentí que estábamos en África. Aparte de cantar en francés, inglés y español cantamos en varias lenguas propias de las tribus africanas, con mucho ritmo y armonía. Estos espacios litúrgicos me hicieron experimentar un pequeño sabor de Apocalipsis 7:9-10, “Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos. Iban vestidos de blanco y llevaban palmas en las manos. Todos gritaban con fuerte voz: «¡La salvación se debe a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero!»”

Fui desafiada por los colores, texturas y talento de los artistas visuales que comunicaron el ser Mensajeros de Esperanza a través de arte visual. Como dijo una de los artistas: ¡Creer también es crear!

Estoy muy agradecida por ser parte de la familia IFES, tan diversa y a la vez unida en ser Mensajeros de Esperanza en las universidades de cada país y a su vez en medio de una realidad global de violencia e injusticia, de ser agentes de transformación en todo nivel de la sociedad.